Hoy llueve y el día es tan gris que parece que nunca más va a volver a salir el sol. El cielo está tapado por una nebulosa mitad blanquecina mitad grisácea que consigue oscurecer las horas de la tarde. A mí consigue adormecerme. Y es en estos días cuando lo que más me suele apetecer es quedarme tranquilita en el sofá con una mantita. Y no hacer nada más. Y así, arrebujada en la manta azul de pelito, mirar a través de la ventana desde donde la calle se ilumina a base de tenues farolas amarillentas que le dan cierto aire de fotografía antigua.
Las horas se deslizan al igual que las gotas que alcanzan el cristal de la ventana y van cayendo hacia abajo de la misma forma en que las horas, pequeñas o grandes nociones de tiempo, van muriendo.
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